La presencia de una mascota en el hogar es buena para la salud y representa una buena compañía para todos los miembros de la familia de cualquier edad.
Entre el humano y su mascota se desarrolla una relación afectiva generalmente muy armónica que convierte al animal en un amigo, un confidente y en muchos casos, en un liberador de estrés, ya que aporta al hombre beneficios de índole psicológico, social, físico y espiritual.
En lo psicológico, se ha observado que muchas personas las tratan como hijos o nietos, ya que los hace sentirse útiles en la medida que demandan de sus cuidados. Algunas veces las mascotas sustituyen a seres queridos que han dejado el hogar y se convierten en una agradable compañía que genera entretenimiento y deseos de vivir.
En lo social, se sabe que los animales de compañía actúan como catalizadores sociales que facilitan las relaciones humanas.
En lo físico, se ha comprobado que el acto de acariciar a un perro o a un gato disminuye la ansiedad y ha permitido reducir la hipertensión arterial y el ritmo cardíaco en condiciones de estrés. Un equipo de investigadores de la Universidad de California, en Los Angeles comprobó que la visita de apenas 12 minutos hecha por un perro consigue mejorar la función pulmonar y cardíaca de pacientes hospitalizados por problemas de corazón.
También se ha demostrado que acariciar a un animal con pelaje satisface la necesidad humana de contacto y desvía la atención que en un momento dado se le esté prestando a una situación de dolor o aflicción física o espiritual.
Pero los beneficios de esta relación tienen que ser mutuos, de allí la importancia, que los dueños de mascotas sepan, que tener una en casa supone un compromiso que exige responsabilidades para con ella, ya que se trata de un miembro más de la familia que requiere atención, alimentación y cuidados y no debe ser maltratado, ni abandonado.
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