sábado, 24 de noviembre de 2007

SEÑOR perro

Sentimientos compartidos
Escrito por Marielena Hoyo Bastien

Ésta es la segunda vez, durante los 9 años que tengo de colaborar para Crónica, que cedo mi espacio a otra pluma. Me movió hacerlo la contundente forma en que EDUARDO LAMAZÓN —querido amigo y, uno de los más efectivos activistas cibernéticos a favor de los derechos de los animales no humanos— abordó el tema del (mal)trato a los perros, punto que personalmente me preocupa y ocupa de manera especial. De pilón, entre cada uno de sus pensamientos, el autor intercaló frases de una de mis poesías favoritas, lo que me conmovió aún más, por lo que me decidí a compartir con los lectores, lectoras, este esfuerzo en origen trabajado para www.otromundoesposible.net

SEÑOR PERRO
Entre los animales es el perro el que más sufre porque es el que está más cerca del hombre. Es un dolor absurdo con que premia al animal su equivocada vocación de amistad con los humanos. Ésta relación fallida en la que el perro da amor y el hombre devuelve crueldad revela indeleble la miserable condición moral que nos identifica en el trato con cualquier ser vivo indefenso
...”con una pata colgando, despojo de una pedrada, pasó un perro a mi lado”, verseaba Manuel Benítez Carrasco.

La conquista de la Naturaleza que ha hecho el hombre con los recursos que lo dotó la evolución es atroz, y está señalada por la fatalidad de un destino irreversible, su segura autoextinción.

“¡Y qué tristes ojos tienen!, ¡qué recóndita mirada!, como si en ella pusieran su dolor a media asta... y se mueren de tristeza a la sombra de una tapia, si es que un lazo no les da una muerte anticipada.”

Parece que todo lo vivo aprende en el universo, menos el hombre. No aprende, es evidente, cómo vivir sin arrasar y sin causar dolor. Lo saben la tierra, el aire, el agua, los seres vivos y el perro.

“Era joven y era viejo, por más que yo lo cuidaba, el tiempo malo pasado lo fue dejando sin alma, fueron muchas hambres juntas, mucho peso a sus tres patas.”
Hace unos doce mil años el perro se convirtió en animal doméstico y ha sido desde entonces el mejor compañero del ser humano, del campo de batalla al trabajo, del nacimiento a la tumba. El perro es para el hombre amoroso e incondicional, no importando lo cual, casi todos los perros que nacen en este mundo están destinados a sufrir intensamente. Es vergonzoso que siendo el perro el mejor amigo del hombre, sea el hombre el peor amigo del perro.

“No te preocupes, que no ha de faltarte nada, yo también soy callejero... y a patita coja y triste, voy de jornada en jornada... Vamos pues perrito mío, vamos ¡anda que te anda!, con nuestra cojera a cuestas, con nuestra tristeza en andas, yo por mis calles oscuras, tú por tus calles calladas, tú la pedrada en el cuerpo, yo la pedrada en el alma...”
Vemos con frecuencia en los diarios títulos como estos: “Perro ataca”, “Perro muerde”, “Perro mata”. Sería gracioso si no fuera terrible, porque los perros por naturaleza no atacan, no muerden, no matan. Es el hombre el que los somete a un trato hostil en extremo, los amarra, los hambrea, los golpea, los tortura. Y después, cuando un perro reacciona tras años atado a medio metro de cadena, lo llama perro asesino.

La vida moderna de las grandes ciudades ha empeorado asaz la vida de los hombres y de los perros. El cercenamiento del espacio vital, el hacinamiento, la asfixia del entorno muestran una aterradora escalada de insensibilidad y de indiferencia. La masificación de los seres humanos le ha hecho distantes. No importa el dolor. Y como el dolor no importa pero dañar al prójimo está penado, la descarga de violencia se dirige hacia los animales, entre los que el perro es el más cercano.

Los perros se reproducen exponencialmente ajenos al acecho humano que en los grandes conglomerados los extermina con los métodos más despiadados. Las llamadas autoridades, que cada día son menos el paradigma que deberían ser y devienen en canallas emboscados, cuentavotos a los que la vida civilizada no les importa, enfrentan el problema de la sobrepoblación canina con el único argumento que conocen, matar.

Nada me une a los hombres crueles, todo me separa de ellos, y sin embargo no puedo olvidar que todos pertenecemos a la especie humana. Los malos hombres no son todos los hombres, es cierto, pero ¡cuánto daño causan! ¡Cuánto dolor provocan! ¡Cuánta ausencia de piedad en sus actos y en sus conciencias!

Útil, amigo, cariñoso, leal, noble, protector, amoroso, compañero, incondicional, agradecido, bondadoso, entregado, generoso. ¿El hombre? No, el perro.
Vano, cruel, insensible, extraviado, vacuo, poca cosa, insulso, silvestre. ¿El perro? No, el hombre.

Educar sigue siendo para las buenas personas una de las pocas opciones de actuar para que las cosas cambien. Difundir el mensaje de que es importante adoptar perros, no comprarlos. Rechazar el abandono que es una práctica bárbara y espeluznante. Entender que el humano sólo puede llegar a ser lo que sus estados de conciencia le permitan, y que destruir, matar, torturar y ser verdugo lo condena.

“ya se tiende a mis pies, con tiernos aullidos habla, ladra... para hablar más fuerte salta, gira, gira, salta, lloran, ríen, ríen, lloran... lengua, orejas, ojos, patas, y el rabo es un incansable abanico de palabras... es su alegría tan grande que más que hablarme me canta...”

Si la palabra Señor es de un uso acostumbrado para encarecer la valía de alguien, yo concluyo que a todos los perros se les puede llamar Señor perro, y que a pocos señores se les puede llamar Señor señor.

CIERRO EL ESPACIO agradeciendo nuevamente a EDUARDO haberme permitido la reproducción del texto y reconociendo en lo que valen, las numerosas comunicaciones de cariño y solidaridad recibidas con motivo de la pérdida de POLA, muy especialmente al señor Guillermo Islas García.
Correo electrónico: producciones_serengueti@yahoo.com




Por: Marielena Hoyo Bastien
Miercoles 31 de Octubre de 2007