domingo, 25 de noviembre de 2007

El gato

Otra noche más el gato estaba en la calle. Debería comenzar diciendo que sin llegar a darme miedo, los gatos me producen desconfianza y una ligera intranquilidad si se pasean cerca de mí. Aunque ronroneen y acaricien ligeramente mis piernas, a pesar de la suavidad de su pelo.
Son como los chicos malos que desde pequeña sabes que debes dejar de lado, porque sólo te traerán problemas, pero te preguntas ¿Quién le habrá dicho que no quiero problemas?
Cuando les miro a los ojos y ellos me miran, veo el felino que esconden en su interior. Ese felino que guardan dentro para que les den de comer, les mimen y las yayas les compren cascabeles, aunque en el fondo puede que nos odien.
Así que una vez que soy cómplice de la verdadera naturaleza de los gatos, respeto las decisiones que han tomado para decidir pasearse entre nosotros y el asqueroso asfalto y de vez en cuando nos saludamos con la mano con respeto.
Lleva más de una semana llorando en mi calle. Al principio comenzó como un lamento ahogado, adormecido, quizá por el calor que ha superado los 40º estos días y no ha dado respiro por las noches.
Según pasaban las horas y los días cobró fuerza. Era un lloro desgarrado, que por momentos me hizo saltar de la cama pensando que era un bebé. Exacto, llora como un niño. Como un bebé desprotegido al que hubieran dejado abandonado en la calle con el biberón ya vacío de agua, que siempre lleva cuando mamá le saca a dar una vuelta y el muñeco que chupetea y manosea se le ha caído al suelo y no llega para poder recogerlo. Y tiene calor, y mucha hambre y sobre todo pena. Tiene que tener mucha pena, porque no se llora 8 horas seguidas por una calle con ese desgarro, con ese grito de amor lastimero, como el mayor de los poetas románticos de siglos anteriores.
Llora como si estuviera proclamando su pasión por esa dama que no podrá alcanzar nunca, mientras la tuberculosis se lleva su cuerpo con descaro y sin la menor delicadeza.
He preguntado.
− Es un gato. Ya se irá y se buscará la vida. ¿Dónde vas a llevarlo?
He intentado buscarlo, se le oye pero no se le ve. Hay muchos por la calle, les miro a los ojos intentando adivinar quién de ellos tiene el alma tan profundamente rota, pero no me contestan, todos callan cómplices de su dolor, pero cómplices también del crimen.
Esta noche me he despertado sobresaltada varias veces, como si me pasaran un bigote de gato en la cara. Era su voz, su llanto implacable, con cierto tono ya de desesperanza y aturdimiento. Cuando ha llegado la mañana se ha ido mitigando y ha terminado. Me he despertado cansada.
Me pregunto yo, cómo se despertará por las mañanas el cabrón que lo ha dejado en la calle. Seguramente para largarse de vacaciones o porque ya le cansaba el juguete a pilas que tenía en casa. Por desgracia, las está consumiendo en llorar su ausencia.


Melancolía Anónima http://monicagutierrez.blogspot.com/2006/07/el-gato.html