martes, 15 de mayo de 2007

AMAR A LOS ANIMALES
por Eduardo Lamazón


La vida no es vida sino intenso dolor para la mayoría de los animales sólo por haberles tocado en suerte compartir el planeta y este tiempo con el hombre, su verdugo más cruel y excesivo.
Los ‘animales no humanos', hay que decir, para expresarse con propiedad de ellos, seres maravillosos en los que la naturaleza es perfección, pero tristemente indefensos ante el individuo elemental, depredador incorregible.
Si somos superiores, sólo esa condición nos agrega un imperativo moral por el cual debemos rendir justificaciones de nuestros actos.
Nosotros pensamos, no nuestro perro, por lo que tenemos el privilegio y la carga de hacernos responsables de la relación y el trato.
El siglo XX… sobre su final mostró … una luz de esperanza en el reconocimiento al derecho de los animales en las sociedades civilizadas…
Los animales, salvajes o domésticos, son, a la luz de la inteligencia, nuestros compañeros de viaje. Su sacrificio o sufrimiento inútiles son actos de inmoralidad y barbarie degradantes para quien los provoca.

¿Por qué quererlos?
Porque el cuidado de todas las formas de vida nos hace más evolucionados.
Porque matar o hacer sufrir es destrucción.
Porque construir es participar como un Dios todopoderoso del acto de la Creación.
Porque el hombre útil o bueno o civilizado vive de acuerdo con ciertos valores y no hay valores que justifiquen la crueldad.
Porque la inteligencia invita a vivir de tal manera que nuestras acciones aporten a la felicidad y no al dolor que hay en el mundo.
Porque proveer a la vida y no a la muerte no puede ser una antigualla…

Piedad, compasión, amor por la vida de todos los seres, respeto por la otredad, son conquistas del hombre morigerado, de buenas costumbres, superior.

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