miércoles, 25 de junio de 2008

Mi gato Tito está enfermo



Estamos a 25 de junio de 2008, Tito tiene 14 años y nunca se había enfermado, pero este año adelgazó mucho y lo llevé al veterinario. El examen de sangre reveló algún problema en el hígado y luego se le hicieron un eco y una Rx de abdomen que pusieron de manifiesto la presencia de una “masa” que no quise averiguar qué es.

El tratamiento que se le ha estado administrando es homeopático (Hepar y Chellidonium); no porque yo crea en eso sino porque el médico dice que aplicar medicina alopática a un gato durante largo tiempo es muy fuerte para su cuerpecito. Luego del primer día de tratamiento vomitó muchísimo y tuvo diarrea, pero luego fue normalizándose: comenzó a comer con apetito y a hidratarse por sí solo…
Como no quería forzarlo para administrarle este tratamiento mediante inyecciones subcutáneas, opté por prepararle un buen caldo de pollo desgrasado; le servía apenas 1 onza y en él le vertía la dosis líquida del medicamento y me quedaba a su lado hasta que lo veía consumir todo. Resultó por bastantes días pero cuando se hizo inapetente no hubo manera de que quisiera beber el caldo. Se los menciono, porque también es un recurso que funciona.

Han transcurrido 2 meses y desde hace unos 10 días se puso inapetente otra vez y tampoco bebía agua ni ningún otro líquido.
Anteayer tuvo otra crisis de vómitos, ayer estuvo tranquilo pero sin alimentarse y hoy comenzó a comer poco, pero come de mi mano, come por sí mismo y bebe agua.

De todo este proceso he aprendido algo que quiero compartir con ustedes:
-Anotar diariamente lo que está sucediendo con la salud del gato; es muy útil para quienes no tenemos buena memoria y/o para quienes tenemos tendencia a confundir un día con otro.
-Es importante conocer bien la personalidad del gato para saber cómo conducir el tratamiento y a qué atenerse cuando está enfermo.
-Es muy útil enseñar al gato desde pequeño a aceptar alimentos de nuestras manos; es un buen recurso a la hora de hacerlo comer “porque sí”.
-Hay que saber respetar sus “tiempos”. Mi gato es muy parsimonioso y lento; se da mucho postín para cualquiera de sus actos; es así como se sienta a “pensar” si comerá o no cada bocado que se le ofrece.
-Me resultó práctico “contar” el número de granos de comida seca que le sirvo cada vez; para no equivocarme, suelo ponerle el mismo número de granos cada vez que lleno su plato y así al final del día podía rendirle al veterinario una relación de cómo ha sido su ingesta.
-Igual hay que hacerlo con las veces que orina y defeca, ya que éste es un dato muy importante para guiar el tratamiento.
-Le compré una cucha cómoda que le permite aislarse cuando se siente mal; es muy muelle, de tela oscura por dentro, cerrada y con orificio de entrada y salida.
-En la medida de lo posible lo mantengo separado de mi otro gato que -por tener sólo un año de edad- siempre quiere jugar y no respeta la condición del gatito enfermo; pero les permito fugaces encuentros siempre en mi presencia.
-Hablarle al gato sobre la necesidad de que ponga empeño en curarse… yo lo hago cada vez que lo veo perder el interés en la comida.

He pasado muchas horas a su lado cuidándolo, tomando sol con él (muy importante para gatos enfermos) y observando cada una de sus reacciones. Le he permitido comer lo que nunca antes había comido. Cuando él come, yo guardo silencio y espero pacientemente a que casi digiera lo comido para comer el próximo bocado. No lo distraigo con mi conversación y evito los ruidos que puedan alterarlo.

Unas recomendaciones finales podrían ser: darle mucho amor, abrazarlo, acariciarlo y permitirle hacer muchas de las cosas que siempre le habíamos negado.

No creo que Tito va a vivir mucho tiempo más, pero me siento satisfecha de haberle ofrecido mis cuidados y una buena vida. Espero que no sufra dolores y si fuera así… lo mando al cielo.

Hoy es 30 de julio de 2008, hace 2 días mandamos a Tito al cielo. Estoy tranquila, espero que no haya sufrido, nunca lo oí quejarse. Dejó de comer y beber agua, vomitaba "nada" con cierta frecuencia y no podía evacuar a pesar de sus esfuerzos. El veterinario vino a casa, lo anestesió en mis brazos y sentí su respiración y su corazoncito latir contra mi pecho... lo quise mucho.